
| Por Noé Jitrik | A partir de una mirada que entiende a la cultura como el modo en que ciertos colectivos humanos se organizan para producir y comprenderse a sí mismos, se hace aquí un breve repaso del derrotero argentino: el privilegio de la llamada “alta” cultura en los comienzos –del orden de lo abstracto, advertiría el autor– no estuvo exento de logros. Pero al mismo tiempo, numerosas producciones del orden de lo concreto –lo popular, los modos de vida, los oficios– sumaban rasgos específicos a una identidad que resultaría ser, por fin, mucho más rica y compleja.